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miércoles, 22 de octubre de 2025
Task. Primera temporada.
Task nos mete, con la cabeza dentro de un fregador con agua helada, en un universo lleno de grietas desesperadas. Familias rotas por un dolor que no se calma. Con un híbrido tema que va desde SOA a True Detective, ese dolor, sin calma ni atenuación, se hace incluso excesivo. Esas familias rotas, en busca de pegamento que pueda cerrar las grietas, que se resquebrajan como en un terremoto infinito. Y en ese arrastre, como en las riadas otoñales, todo acaba en un Guardamar de delirio. Task es atrayente pero nos muestra una sociedad compleja, de aristas de imposibilidad, de errores y faltas, de enfermedades del alma y de las otras, de dependencias nada olvidadizas, de equipos especiales y de topos. Porque Task, al final, nos muestra el daño de los topos y la necesidad de un plan B en la vida porque el A nos queda demasiado grande y no cumplimos las expectativas. Y en ese arrastre, entre gota fría y selva amazónica, queda claro que las ruinas personales no son siempre personales. Siempre hacemos daño. Siempre porque “es fácil hablar de perdón cuando a ti no te afecta”. Y crecemos y la seguimos cagando, pero “lo bueno de hacerse mayor es eso: puedes decidir lo que coges de tus padres y de lo que prescindes”. Task también nos enseña que las responsabilidades vienen sin pedirlas, que no hay DJ que arregle una ruina, que la seriedad no está reñida con la locura y que, por mucho que intentes escapar, siempre te pillan. Y que no se puede elegir entre lo bueno y lo malo, que solo hay que hacerlo entre lo menos malo y lo peor. Y hay veces que es mejor no oler nunca más. Nunca. Para siempre. Y “ya es tarde para tener buenas ideas”. Demasiado tarde. Muy tarde: “Ni una sola vez he sentido a Dios en mi vida. Opino que la gente desea creer que hay algo más porque si esto es realmente lo que hay, entonces es demasiado deprimente para algunos. Pero vamos que, no hay nada más después de esto”. Y más: “Aún suponiendo que quisiera volver a casa, ya he olvidado el camino”. Toca andar porque “Dios no parece de los que olvidan”. Pum, pum: “La confesión es para las personas. Es una costumbre humana que nos ayuda con la vergüenza. La confesión no se hace de cara a Dios”. Quizás, o, simplemente, depende del momento. Y mejor dejar la penitencia para otros, que “la gente ya se machacha suficiente por sí sola”. Una buena reflexión la de Task para entender que “la sensatez es saber hacer la vista gorda”, aunque muchas veces nos parezca imposible. Imposible.
martes, 14 de octubre de 2025
The Office. Séptima temporada.
Y hágase querer por un número musical: “Tú solo tienes un trabajo y es olvidable”. Trabajos olvidables. Afganistán, CNN, vacaciones de verano y Ciudadano Kane. Ayudantes que no son lo peor. Pesadillas personales: “A mayor llavero, mayor poder para el hombre” (aunque no hace falta, Jim, que te lo diga el conserje). El puto conserje. Hágase querer por un cajón de llaves. ¿Cuándo fue el estreno de Ace Ventura 2? ¿Seguro que todos hemos visto los cazafantasmas? Ya sabes, “no hay una risa buena para una idea normal”. Viva la remolacha. ¿Pretty Woman? ¿Alf? ¿A quién examinó Alf? ¿Existe la mitad inferior de Alf? ¿Existe esa mitad? ¿El profesor chiflado enseña más que Freud? ¿Herpes y muertes de monjas en accidentes? ¿De verdad alguien no conoce a Steve Nash? ¿Quién sujetaba la escoba sin bragas? O no, porque siempre “hay que ayudar a África, ese pequeño país”. Pero yendo un poquito más acá, o más allá, o al revés mandarín, con y sin flan, SC suelta puños de verdad: “China nos ha prestado miles de millones de dólares, vamos a deberles dinero el resto de nuestras vidas. Y nos controlarán”. Puños de verdad, como decía el hombre de la camisa verde. 2011. Quince años y la relevancia de lo relevante, y el festín de palomas hecho SMS. Criterio, y lo demás, puños de verdad. Y la vuelta de Holly en plan Marge, y Michael convertido en Homer, y todas esas puñetas convertidas en chascarrillo navideño: “¿Por qué te iba a abrazar nadie?”. Y nada como un ultimátum matrimonial para que te cambie la vida. Y frases para todo, o todo hecho una frase: “Tengo una peluca para cada persona de la oficina. Nunca sabes cuándo vas a necesitar parecerte a nadie”. ¿De verdad que las novias falsas nunca funcionan? Ahora que en España se habla de juicios como antes de trajes, nada como dar una nota de color en mitad de una reunión helada a causa de una ventana rota entre una pelea de adultos convertidos en niños: “Llevo intentado que me cojan como jurado 18 años, para poder sentarme en una sala con aire acondicionado en el centro de la ciudad y juzgar a maleantes mientras me invitan a comer”. Y Pam preocupándose por todos, aunque “al final, la mayor bola de nieve no es de nieve, es el miedo”. Verduras. Té helado. Propósitos que nadie cumple. Brócoli. Brócoli para todos. ¿Legumbres milagrosas? ¿Seguro que ese es descafeinado? ¿Mangueras? Hágase querer por Colorado y, como el Dúo Sacapuntas sumando uno, viva el 23. Y siempre, poniendo voluntad, se puede vencer a la artritis. O no: “¿Cuál es la duda? ¿Baloncesto masculino o baloncesto femenino? Uno es un deporte, el otro un chiste. Adoro el deporte y los chistes. Cabe todo”. Palabra de Dwight K. Schrute. Y si toca fomentar, o definir fomentar, o volver a fomentar la insurrección, se fomenta. Club social, operación derrocamiento y lo que haga falta. Y si hace falta, son códigos. Códigos de fotocopias y entender que “el pan es el papel de la industria alimentaria”. O de todas las industrias. De todas. Y el espíritu de JS, y de Stargate y la ilusión de eso “que no existe, el producto”. Y siempre es bueno contar las ventanas de NY. El sol. El jodido sol. El puto sol. Y no siempre es divertido hablar de los ineptos. No siempre.
sábado, 11 de octubre de 2025
Camino de sirga
Aunque los lugares comunes son reconocibles en Camino de sirga (preguerra, guerra, aniquilación, postguerra, residuos, pantanos, postpantos), su lectura deja agradables conclusiones. Desde el principio, su fácil estilo muestra historia convertida en “memoria lejana, tiempo amortajado con telarañas de niebla”. Pero como todo es mentira, en esta historia, “todos, sin excepción, eran también absolutamente falsos”. Muy falsos y, además, “más viejos que los caminos”. En esta historia de ríos y machos con fuerza (no como los de ahora, esa especie ya está extinguida), hay minas y hay hombres que luchan contra las piedras y contra las sublevaciones, contra los ricachones y ante los corazones que se rompen. Con la historia siempre presente, hay matanzas y fluctuaciones, asesinatos históricos y moros de la morería, músicos “por vocación irreprimible” y lutos perennes hasta con habitación propia. Y en esas, siempre hay retratos que enmarcar: “El patrón del San Luis vivía obsesionado por la idea de la muerte, hasta el punto de haberse hecho construir el ataúd, que llevaba siempre en el camarote de la nave junto con un hatillo de ropa de mortaja”. En ese marco, en ese salón, hay rostros reconocibles, como “el abuelo siempre durmiendo en la esquina del sofá”. Y en la historia, siempre hay asesinos, asesinatos, y atentados, y mierda variada “atribuible a ojos cerrados a los anarquistas, caterva de locos asesinos dispuestos a destruir la sociedad”. Camino de sirga deja tics, deja letanías y deja esperanzas convertidas en rogativas para que todo lo malo siguiera en los demás: “Ningún bando de la villa deseaba en el fondo el cese del conflicto”. Y apostilla Jesús Moncada: “¿Qué impedía que fueran atendidas las plegarias, misas, rosarios y novenas ofrecidas por la señora de Torres a santos y santas para que le concedieran la gracia de alargar indefinidamente la contienda? Al fin y al cabo,”¿no decía el señor cura que los alemanes eran una pandilla de herejes protestantes?”. Y en la mina y en la vida, “había que hacer entender a la chusma que debían agradecer el sueldo que recibían”. Camino de sirga es una historia de Cafés en los que reunirse y ron que disfrutar, de putas y concubinas, de señoras que destripan al personal con su palabrería y de personas que se dedican a “rezar devotamente por la continuidad de la matanza”. De la jodida matanza, sea cual sea. Al final, casi todos piensan en la muerte, en la resolución del testamento, “herederos lejanos, brumosos, solo unos nombre en la frialdad del catastro”, o, dicho de otro modo, “reliquia de la desvanecida prosperidad del linaje”. Define bien JM a las casas (“almacenes de trastos”), a las familias (“devanar y devanar la madeja aunque el hilo siempre es el mismo”), y a la mentira que es la vida (“un inventario de miserias en el que verdades, insinuaciones y mentiras podridas lo ensuciaban todo”). Pero todo pasa y “aquel tiempo se había esfumado; era preferible no recordarlo”. Ahora que están prohibidos los pantanos, recuerdo del franquismo como si todo fuera eso, Camino de sirga nos retrata desde el esplendor a los escombros, nos retrata como seres inútiles incapaces de luchar contra el poder porque contra el poder no se puede luchar. En esta historia, en la que no solo tenemos la “mirada turbia de borracho perpetuo”, leemos sobre alzamientos e intentos fallidos de asesinato, leemos sobre hijos de obispos, leemos sobre lápidas sin cruz en el cementerio nuestro de todos los días, leemos sobre “el sospechoso chocolate de posguerra de la merienda” y leemos sobre los ejércitos de Hitler invadiendo Polonia. Todo está relacionado porque “la memoria era cosa de hombres”, y todo era dinero, llamando a más dinero, “y me da igual que los que arranquen el carbón sean rojos o negros, todos tienen que comer”. Entre barcos andaba el juego, pero siempre se imponía el toque de difuntos y un “gentío decidido a no perderse una tilde la ceremonia”, sea cual sea la ceremonia. En esos recuerdos, no siempre brumosos, parece que vemos como santos y vírgenes acababan en el Ebro en el 36, que no todo fue fuego en el 36. Todo era ritual, en la muerte y en el horror y en el día a día de la supervivencia, incluso en la lejana Barcelona del 45, “vencida, famélica y triste”. En definitiva, un buen libro con el que recrearnos en el vicio de intentar salir de la miseria, ya que “pese a la multiplicación de la parroquia, aquella era un riqueza traicionera, una prosperidad efímera a cuyo calor pululaban los gusanos de la podredumbre”. Y sigue haciendo mucho calor. Demasiado.
viernes, 3 de octubre de 2025
domingo, 28 de septiembre de 2025
Los amos de la ciudad. Primera temporada.
Cuando ves que Sean Bean cae asesinado por su mano derecha, por su heredero natural (que no su hijo) en el segundo capítulo de una serie como Los amos de la ciudad. siempre te viene a la cabeza de Juego de tronos. Pero aquí va el asunto de familias de mafiosos de LIverpool que pasan temporadas en España y que tras la muerte del líder, con más sombras que claros, tiene una sucesión bastante traumática. El adelgazamiento de la base física de la banda, con piezas que bailan en bodas y entierros y que van desapareciendo, hace que el odio se incremente entre supuestos cómplices. Pese a su lentitud en el relato (que, a veces, desespera), la historia se mantiene viva hasta el octavo capítulo, poniendo a la familia y a los críos como catalizadores (o peones de intercambio), y subrayando el papel del chivato que no lo parecía y que cantaba incluso lo que no iba en la partitura. Un buen intento de mostrar el funcionamiento mafioso de los lazos comunes entre personas que son de todo menos una familia normal.
martes, 23 de septiembre de 2025
The Office. Sexta temporada.
Silencio y fuentes que hay que comprobar. Algo de historiografía, entre máquinas de latas y patatas en The Office para empezar la sexta temporada: “Es maravilloso ser el centro de atención”. ¿Qué pijo es un cotilleo racial discriminatorio? Y ese primer minuto del segundo capítulo hablando de colonoscopias… Y la envidia a las glándulas en gestaciones ajenas. ¿Cómo se puede reconstruir una locomotora de finales del siglo XIX en un matadero? ¿Los pomelos toman decisiones difíciles? ¿O no las toman? ¿Se puede dar gelatina con tequila a los maratonianos en el kilómetro 30? ¿Seguro que no? Nada, “porque lo que ocupa el tiempo son las siestas”. Las siestas y esos “fetos de 100 gramos que cortan el bacalao”. De cien gramos, sin balanza y sin proteína en polvo, ni Omega 7, ni 3, ni probióticos. ¿Se puede votar para evitar el embarazo de la compañera de trabajo? ¿Puede uno reservarse el derecho a pelarse los huevos duros en el trabajo en su mesa? ¿Las madres llevan siempre algo de picar en los bolsos? ¿Los criminales son como los mapaches? Quizás, “vivir sin miedo es bueno”. The Office sigue llegando al extremo la locura, la roña del chascarrillo, ese pegamento que te hace pensar entre la Italia de la mafia o la locura del manicomio. Viva el papeleo: “No aportas nada al planeta y debería fumigarte. Eso quería decirte pero no lo diré porque eso estamos aprendiendo ahora en el curso de sensibilidad”. ¿Se puede terminar un capítulo parodiando Scarface? ¿O era una imitación? ¿Cómo son las personas que son educadas en familias que no utilizan la palabra consecuencia? Partos, vertederos y un día de San Patricio institucionalizado en un manicomio aún más institucionalizado. No para The Office en su locura absoluta: “¿Tenemos algún problema? El desempleo”. Y siempre hay algún tipo, extraño o muy extraño, que sabe mucho de pus. Rizando el polo cocodrilicio, nos lleva SC a preguntarnos sobre una habitación con Hitler, Bin Laden y otra persona y una pistola con dos balas. Mejor no pensar. ¿Qué no pasaba en Big? ¿Somos más de Pantera Rosa o de Mr. Bean? ¿Se pueden guardar diez minutos de silencio en memoria de Michael Jackson? ¿Somos más de Matrix o somos más de El curioso caso de Benjamin Button? Bebés de nutria, máquinas que explotan y todo lo demás. Y todo lo demás, también.
martes, 9 de septiembre de 2025
Misión en París
La paternidad da muchas satisfacciones, pero quita tiempo para otros asuntos. Para la lectura. He leído Misión en París de madrugada, con una pequeña lámpara de lectura que va del rojo al amarillo, a ratos y en el silencio obligado de una décima en el que se escucha un viejo reloj dar las horas a la vieja usanza. Quizás lo que más añoraba de Alatriste eran los chascarrillos de los diálogos, porque ya sabemos que en esta serie de aventuras siempre hay misiones y casi nunca salen bien. Pero está bien recordar ese pasado de ciénagas y barro, y esa “singular clase de hombres: los arrogantes tercios de infantería española, portentoso seminario de soldados que durante siglo y medio acuchillaron el mundo”. Aunque, al final España sigue siendo parecida, “donde antes te mueve del sitio un doblón que un toro”. Me pregunta el amigo Andrés, cuando de siglo en siglo nos vemos, si le sobran páginas a ciertos libros. A La Zona de Interés, de Martin Amis, por ejemplo, le faltaban, quería seguir disfrutándolo, en esa locura. A Misión en París no le sobran, con esas expediciones capitalinas y el viaje a La Rochela durante su asedio. Es cuestión de observar, y mirar, que “a veces un soldado ve mejor que un general desde lo alto”. Quizás las expectativas ya no sean las mismas que en libros anteriores, pero Alatriste siempre se disfruta, aunque nuestro reflejo, ese de las lecturas antiguas, esté distorsionado, ya que “todos tenemos algo atravesado en el gaznate de la memoria”. Toca aguantar, la que está cayendo y la que caerá, y sacar el escudo diario de la lectura, si es que se puede, y recordar camino del trabajo que “hay campos de batalla más limpios que lo que ocurre en ciertas retaguardias”. Y sacando segundos de donde no los hay en ese viejo reloj, siempre hay un rato para el recreo en la insolencia de las palabras y de la cadena de mando, para el desquite y la venganza, para tener claro que “el mundo se ve distinto desde un salón que desde un campo de batalla”. Y cada uno, desde su pequeño espacio, tiene que seguir luchando, porque ya está uno, como Alatriste, “demasiado viejo para cambiar”.
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